jueves, 4 de octubre de 2007

Sobre el orgullo


El 29 de Septiembre se realizo nuevamente la version de la Marcha por el Orgullo GLBT 2007, organizada por AccionGay y el MUMS, entidad en donde yo felizmente colaboro. Alrededor de 15.000 personas pasearon la tarde de ese sabado por las calles de Alameda nó solo con el afan de disfrutar un encuentro de visibilizacion lleno de colores, diferencias y perspectivas, sino también porque es una respuesta natural de toda una comunidad que conoce las diferencias y discriminaciones que sufrimos los gays, lesbianas, transgeneros y bisexuales en nuestro pais, un pais "democrático" que esta proximo a cumplir 200 años y aun nos excluye en los mas diversos ambitos de la ciudadania.

El espíritu que integró a todos los GLBTs que marcharon ese dia era uno: el orgullo. Un concepto relacionado con la vanagloria, con la exageracion de uno mismo, buscando la atención y el renombre, alejandonos de la humanidad. Una relacion completamente errada que proviene (obviamente) de los axiomas católicos en los cuales el orgullo (o sobervia) está citado como el primero de los 7 pecados capitales (el pecado por el cual un angelito llamado Lucifer se caería finalmente del cielo).

Toda esta definicion previa del orgullo se escapa entera del valor positivo del concepto; ese valor unido a los logros que finalizan en una bella factura, en el buen fin, en el reconocimiento de lo optimo. En lo que nos llena el alma completamente... El orgullo de realizar actos o el orgullo de ser quienes somos es el motor esencial que mueve nuestros deseos individuales y colectivos de felicidad, de completarnos como seres humanos, de buscar constantemente nuevos desafios que nos hagan mejores personas en todo ambito. El orgullo es una respuesta natural no al placer, sino a la justicia de hacer validar nuestras capacidades, sentimientos y identidades, con el fin de RECONOCERNOS y no de vanagloriarnos.

Por eso el motor de esta marcha fue el orgullo. Un orgullo que se forja en una necesidad latente de reconocimiento en nuestra sociedad. Sin orgullo de lo que realmente somos, nos transformamos en entes hetéreos, sin respuesta, moldeables al antojo de la moda, del estandar, del capitalismo y de cualquier modelo peligrosamente imperante. Sin orgullo, los seres humanos corremos el riesgo de ser acabados, aceptando parámetros que se basan en la desigualdad sin que eso (erróneamente) no nos carcoma en ningun sentido el alma. Sin orgullo no hay buena factura, no hay buen fin individual ni colectivo.

La injusticia y la violencia que sufren hoy todos los gays, lesbianas, transgéneros y bisexuales en Chile se transformó ese 29 de Septiembre en el combustible para aflorar 15.000 orgullos distintos que llenaron asimismo, el orgullo de una gran comunidad que busca incansablemente el reconocimiento de sus afectos, de sus derechos, de sus posiblidades como ciudadanos. Y mientras ese objetivo no llegue a nuestras manos, el orgullo seguirá encendido... integrando nuevas generaciones que buscan también un mundo más democrático y menos violento. Un mundo en donde la diferencia sea un motivo conciliador y no agresor.

Un mundo donde finalmente podamos citar al orgullo como el gran caballito de batalla de numerosas luchas pasadas que nos entreguen hoy, un Chile mucho mucho mucho mejor.